jueves, 13 de mayo de 2010

Tarahumaras


Los rarámuri o tarahumaras habitan en el estado de Chihuahua, situados en la Sierra Madre Occidental, que tiene grandes barrancas lo que ha llevado a dividirlos entre los rarámuri de la Alta y de la Baja Sierra. La región que habitan es de clima extremoso, con barrancas muy calurosas y cimas muy elevadas y frías. Este territorio es habitado además por warihó (guarijíos), ódami (tepehuanes), o’ob (pimas) y no indígenas. También hay grupos rarámuri migrantes en las principales ciudades de Chihuahua, Coahuila y Durango.

Entre los tarahumaras, la música frecuentemente se asocia con la danza y el canto, aspectos donde se centra su creatividad, por tratarse de elementos y comportamientos simbólicos y estéticos que forman parte de la memoria histórica, que reproduce los significados que sus antepasados establecían en relación con su vida social.

La danza y la música entre los tarahumaras son dos componentes esenciales de la fiesta, considerada como su única forma de expresión religiosa, donde se refleja su cosmovisión. Para los tarahumaras el cumplimiento de los deberes religiosos, entre los que se encuentra danzar, es considerado una de las normas fundamentales de su moral, al mismo tiempo que se vincula estrechamente con la conservación de sus tradiciones e identidad. Es decir, los tarahumaras han concentrado prácticamente toda su creatividad en las fiestas, en relación con un conjunto de valores fundamentales vinculados a su pertenencia a un grupo social.

En la música y la danza se expresan, además de valores, los ciclos naturales y las oposiciones o contradicciones de su universo: “En el ciclo de primavera las fiestas son alegres, como lo expresa la danza, el atuendo colorido y el sonido de los violines y guitarras en el baile de los matachines, típico de las fiestas de Pascua, de Navidad y de Reyes, así como en el baile del pascol.

En el ciclo de invierno, por el contrario, las danzas son austeras; se baila casi desnudo al compás de la tambora y la flauta, dramatizando la lucha entre los pintos y los fariseos contra los soldados y remontando el arquetípico combate entre "el bien y el mal”. La fiesta es también una forma de “ayudar a Dios”, participando en la lucha entre el bien y el mal, es decir entre Dios y el Diablo.

Para los tarahumaras las fiestas revisten tal importancia que su calendario y sus actividades se organizan en función de ellas. Son las actividades que más ocupan en tiempo y dinero. Como se dijo, toda fiesta tiene un carácter religioso y constituye el único acontecimiento social en la vida de los tarahumaras.

La ceremonia de las raspas del jícuri (peyote) se realizan en el periodo que transcurre entre la cosecha y la próxima siembra, siendo el familiar el ámbito de ejecución. El “bailar matachín” se realiza en el templo de acuerdo con un calendario fijo, 3 de noviembre, y en el periodo que va del 12 de diciembre al 6 de enero. El “bailar fariseo” se realiza en el templo con relación en un calendario de la Cuaresma católica. La música también forma parte de los rituales mortuorios, en los que se toca violín mientras algunas personas bailan con los pasos arrastrados de la pascola. En ocasiones también intervienen un cantor wikaráame y danzantes matachines. Se dice que la música y los bailes tienen por objeto divertir a los muertos y contentarlos. Los cantos del wikaráame, acompañados de sonajas y de guajes entonando las líneas del ritual tutubúri frente a las cruces donde se realiza el sacrificio de cabras y ovejas, tienen que ver con la preparación de la ofrenda de comida a Dios, a la cual también se unen los danzantes de matachines.

Algunos instrumentos que usan los tarahumaras son: flautas, violines y tambora.

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