La música a diario está presente en el ámbito social en que nos desarrollamos, ya sea que vivamos en una ciudad como lo es la capital del país o tal vez en algún estado a lo largo y ancho de la republica mexicana. Si bien nos podemos encontrar con todo tipo de intérpretes, de cualquier ritmo musical. A diario convivimos con rock, cumbia, jazz, banda, mariachi, etc. Y un sinfín de ritmos.
Pero ¿alguna vez nos hemos preguntado que hay más allá de lo que encontramos dentro de la cultura popular que nos rodea?
Si bien la música nuestro país ha estado en una transformación constante, la influencia extranjera es sin duda el pan de cada día. Música en inglés interpretada por mexicanos, instrumentos ya muy popularizados como la guitarra eléctrica o la batería. No existe la menor duda de la influencia ejercida.
¿Si se trata de buscar una identidad propia hacia donde se iría? Tal vez busque adoptar algún ritmo dentro de los que se escuchan a diario en radio o televisión. Pero, ¿Alguna vez ha pensado en la identidad que se nos ha heredado? Se puede asumir que la respuesta inmediata es no.
En el presente blog, se busca compartir a grandes rasgos las múltiples formas de expresión musical indígena que existen en México. Las verdaderas raíces de la cultura mexicana.
Los primeros indicios de música en México se trasladan atrás hacia la época prehispánica, en la cual los pueblos adquirieron este don como forma de adoración y ritual hacia sus dioses. Ejemplo de aquello son los mitos y leyendas de antaño, tal como el Popol Vuh, en el que Hunahpú e Ixbalanqué interpretaban instrumentos de vientos como la flauta y cantaban. La arqueología también respalda esto con los vestigios que se han encontrado, principalmente instrumentos de viento y percusión, como lo fueron el huéhuetl, el cual se encuentra en varios códices, interpretado por dioses como huitzilopochtli o tonatiuh, y las maracas; en cuanto a los de viento, cabe señalar el caracol marino, posiblemente originario del pueblo teotihuacano, distintos silbatos con formas diversas (animales, deidades, sacerdotes, etc.), la huíjola (silbato de agua), y flautas transversales de cuatro a ocho agujeros. Dicha música, a su vez, no era simplemente instrumental, sino era apoyada por cantos ceremoniales y por danzas religiosas
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